
Cuando despiertas, jamás vuelves a dormir. La ataraxia te envuelve en una paz profunda y duradera, permitiéndote ser plenamente consciente de la realidad tal como es: tanto en su dualidad como en su no-dualidad.
En este estado, habitas tu cuerpo y mente sin apegarte a ellos, sin identificarte con los pensamientos que surgen y desaparecen. Te conviertes en el observador silencioso, dejando que las ideas y emociones fluyan como nubes en el cielo, sin aferrarte ni resistirte a ellas.
Simplemente eres. Fluyes con la vida, sin lucha interna, sin ansiedad por el futuro ni cargas del pasado. La paz no es algo que buscas, es el estado natural de tu ser cuando dejas de identificarte con lo transitorio y permites que la realidad se manifieste en su forma más pura.